sábado, diciembre 24, 2011

"Cha din" y la Indian Coffee House

Puesto de té donde suelo tomar té antes de clase

Vuelvo a escribir en la antesala a la Navidad, no sobre la Navidad, que aquí apenas existe, sino para contar alguna cosilla más típica, como el té. Que ya he hablado del té, sí, pero no es suficiente un solo post para explicar la importancia de este dulce y líquido elemento en la sociedad en la que vivo, en el día a día en el que vivo.

Lo primero por la mañana, es el té. Bueno, no para mí, yo sigo fiel al café mañanero, herencia española pero también de Bangalore....Sin embargo, cuando me levanto, muchas veces están los conserjes de la Guest House haciendo té para ellos mismos o para los inquilinos que lo soliciten. Cuando salgo al mediodía para ir a comer y a hacer fotocopias y luego a clase, suelo tomar otro té. Me lleva la gente, arremolinada en la calle alrededor de cualquier puestecillo, charlando y bebiendo algo calentito. Que ahora, con el fresquillo que está pegando, se hace necesario. 

La verdad, a 3 o 2 rupias la tacita de té, no puedo resistirme. Ni siquiera cuando son 5 o 10 rupias, en las tazas más grandes.

Antes de clase, cae otro té, para animarme y prepararme para enfrentarme a los alumnos, que algunos días están bien y otros días, pues no tanto....Y esos días sobre todo, me hace falta otro té después de clase, como reconstituyente de la energía perdida.

Compartiendo el té con mis amigos después de clase.

Pero incluso los días que no hay clase, el té es algo necesario. Paseando una se cansa, y pararse por un tecillo es una excusa como cualquier otra para descansar un rato y charlar con calma. No sé cuántos tés me tomo al día, pero seguro que no es sano...

Recuerdo una vez que estaba en Gariahat, un mercado que queda cerca de mi casa, y me paré a tomar un té en un puesto que tengo fichado ya por el sabor a jengibre de su té, y un hombre bengalí empezó a preguntarme de dónde era, y que qué hacía en Calcuta. Cuando le dije que vivía aquí y que trabajaba, me sonrió y me dijo que podía ver que me había adaptado muy bien, por que vestía salwar y bebía té como cualquier otro bengali...Y me invitó al té, diciendo que yo era su huésped en la ciudad y no podía dejarme pagar. Esto me recordó en Bangalore a las veces que algún karnataka se asombraba de que estuviera comiendo idly o dosa y se sentía orgulloso de que me gustara tanto su comida típica.

Y así fue como empecé a aprender bangla, bengalí, intentando pedir té:

ekta cha din - déme un té
aro cha - más té
koto kore? - ¿cuánto es?

Esas sí que son frases útiles ;)

Pero también hay cultura del café, más bien de los cafés, sobre todo en College Street, donde están las universidades y facultades. Allí está la famosísima Indian Coffee House, en un edificio viejo como todos,  con los techos más altos que he visto en mi vida. Siempre está a rebosar de gente, y es más complicad encontrar una mesa libre que una aguja en un pajar. La primera vez que fui, con Clo y algunos alumnos antes de clase, encontramos una mini mesa para compartir entre 6, pero las siguientes veces que he ido, he compartido mesa con otras personas que parecían majas y abiertas a compartir mesa, a las que he tenido que preguntar. Sino, imposible.

Por desgracia no tengo ninguna foto decente del lugar, tendré que volver para sacar una buena, ejem, ejem, qué fastidio volver....

Cream coffe (no pidáis esto, por favor, pedid un café normal que esa mucho más bueno) y onion pakora, lo que viene a ser una especie de tempura de cebolla

La Coffee House me encanta porque allí se reúnen los escritores, artistas, pensadores, a charlar en una interminable adda (tertulia, mira, hasta compartimos conceptos), por eso es imposible encontrar mesa. El último día conocí a alguien que escribe poemas e historias cortas y que está interesado en el modernismo, y nos pusimos a hablar... ¡de Borges!

A pesar del problema de las mesas, y de los camareros que te ignoran y de que tardan mil años en traerte un café (mil años para mí, que sigo aprendiendo paciencia en este país), es un lugar que me encanta. ¡Espero conseguir alguna foto que capte bien el ambiente para compartirlo con vosotros!

lunes, diciembre 12, 2011

Una boda bengali

Este fin de semana fui invitada a una boda bengali, y me pasé una semana buscando junto a Clo, un sari y demás accesorios (pulseras, pendientes, collar, bolso, etc...) porque no tenía nada de nada que cuadrara con el color del sari que al final elegí. Elegir el sari no fue tarea fácil. Me ayudaron dos alumnas y aún, nos pasamos una tarde entera Clo, ellas y yo buscando el sari perfecto: bueno, bonito y barato.

Al final elegí uno verde con marrones y dorados, mientras que Clo eligió uno rosa y púrpura.



La verdad es que fuimos un poco desastre y estuvimos buscando el bolso hasta la tarde antes de la boda...

La boda era en Haora (Howrah), y fue la primera vez que yo iba a cruzar el río. Encontramos un bus al lado de nuestra casa que nos llevaba a Howrah Railway Station: media hora,  8 rupias. El problema lo tuvimos después: no conocíamos Howrah y no sabíamos donde quedaba el salón que la familia había alquilado para la boda. Llamamos a la familia, preguntamos a la gente y a los taxistas...un caos. Cada vez que llamábamos a la familia nos daban una dirección diferente como referencia, y no entendíamos ninguno de los nombres, de cualquier manera. Lo peor era que cuando les pedías que los deletrearan, usaban nombres de lugares indios, como si te digo "D de Delhi" y no "D de Dinamarca", que es comprensible, pero cuando empiezan con lugares que no conoces, pues vuelves a estar como antes. ¿Cómo se deletra ese lugar? Además, con el ruido de la estación detrás, no había manera de escuchar nada. No sabía si me decían J o G, o Polaveri o Kolaveri...

Al final me llamó la novia y me dió las instrucciones en español, y allá cogimos otro autobús para el salón.

Aquí las bodas suelen celebrarse en salones, no del todo restaurantes, sino edificios preparados para albergar a mucha gente y con cocina para darles de comer. Este era un salón normalito, pero decorado con muchas luces y flores. Cuando llegamos ya eran las 5 y media, pero no había llegado nadie todavía. Solo algunos miembros de la familia de la novia, nada más. 

La novia, mi estudiante, estaba preparándose en una habitación de donde no dejaban de entrar y salir mujeres. Nosotras teníamos que cambiarnos para ponernos el sari (una, porque yo no sabía cómo ponerlo, y dos, porque en el autobús se nos desharía...). Una sirvienta, una amiga de la novia y su tía nos ayudaron con el sari. Son muy bonitos, pero saber ponerse esos 5 metros de tela alrededor del cuerpo es un suplicio. Tras tres o cuatro intentos fallidos, al final conseguimos vestirlo de manera más o menos adecuada. Aún así, a lo largo de la noche tuvimos que arreglar algunas partes porque se desajustaba. Un incordio. ¡Viva el salwar!

Los preparativos de la novia

A eso de las 6 y pico por fin acabamos de prepararnos y empezó a llegar más gente, sobre todo, fotógrafos. Había unos cuatro o cinco que no paraban de sacar fotos a la novia y a los familiares. No sé cuántas fotos nos sacamos con la novia, pero cada dos por tres nos llamaban: primero con la novia, luego con las amigas, luego con el padre y la tía...Nos dejaron ciegas con tanto flash. Espero al menos conseguir alguna de esas fotos...

Fotos, fotos y más fotos

Luego por fin llegó el novio y su familia, y en media hora empezaron los rituales de la boda:
El novio, muy serio en las fotos

 La madre de la novia y otros familiares, con el novio

Los dos novios en medio de alguno de los rituales de la boda

Pero a nosotras se nos hacía tarde y tuvimos que marcharnos antes de que todo estuviera completado, porque teníamos al menos tres cuartos de hora de viaje a la Guest House, aunque depende del tráfico...Y la ceremonia dura horas y horas. Así que después de cenar nos despedimos de la novia y nos cambiamos de ropa y nos marchamos. Pero antes, nos sacamos alguna foto nosotras con el sari puesto:





sábado, diciembre 10, 2011

"Cambio climático"

He estado releyendo mi antiguo blog, el que tenía cuando estaba en Salamanca y en Japón. Entonces escribía casi sin tapujos, escribía sobre todo lo que pensaba o sentía (o casi todo) de manera bastante cruda. En un punto dejé de hacerlo. Y en este blog apenas lo he hecho. He escrito alguna cosilla más profunda que otra, pero contadas con los dedos de una mano, y sobran.

Últimamente he estado pensando mucho. Hacía tiempo que no reflexionaba tanto. Y me he dado cuenta de algo que bueno, en realidad ya sabía, que después de Japón algo cambió. No escribía, no pensaba. Bueno, escribía en el blog, pero menos, ya no sacaba fotos, ya no escribía poemas ni cuentos ni nada. Y no lo hacía porque no pensaba. Volver de Japón fue un shock. Un shock del que me costó al menos un año recuperarme, y aún así, hasta mis amigos aquí se han dado cuenta de que siempre hablo de Japón, de que Japón siempre sale en mis conversaciones de alguna manera. No podía pensar entonces, cuando volví, estaba conmocionada, supongo que esa puede ser la palabra. No sabía reaccionar.

Pero tras dos años de sequía casi absoluta, vuelvo a escribir. Vuelvo a reflexionar, a pensar en metáforas y a escribir algún poemilla. La verdad es que duele y no está siendo fácil. Porque esta tormenta que está cayendo ahora, inundando lo que antes estaba seco, es la soledad.

Me siento terriblemente sola en Kolkata.

La soledad, sin embargo, tiene una cosa positiva: que la lluvia ha llenado mi caudal de palabras y de literatura, otra vez.

Ah, lo echaba de menos.

Debí haber supuesto que esto pasaría. Al fin y al cabo, India es conocida por el monzón, ¿no? Si había un lugar que podía acabar con mi sequía y darme algo de vidilla otra vez, era India. Aunque sea por la soledad. Soledad en el segundo país más poblado del planeta....ironías...

sábado, diciembre 03, 2011

Las orillas del Ganges

Uno de mis lugares favoritos en Kolkata es sin duda el río Ganges, aquí llamado Hoogly, cerca del que se acumulan parques, paseos y los famosos ghats, las gradas a lo largo del río donde se reza y se hacen los rituales como en Durga Puja, Kali Puja o los entierros. Diariamente hay gente que deja ofrendas al río, y en la parte más al norte, los devotos suelen bañarse como hemos visto siempre en los documentales de La 2 sobre India.
Esto fue en Kali Puja (Diwali)

Esta es la estatua de Kali, antes de meterla en el agua

Todos los días hay gente haciendo ofrendas con lamparitas de aceite, o cogiendo agua en botellas

Me gusta porque es un lugar bastante tranquilo, aunque cerca pasa el tren y a veces hace un ruido de mil demonios, pero al atardecer, sentarse en uno de los paseos a saborear un chai y charlar, es lo mejor que hay en esta ciudad.

Mi idea de una buena tarde en Kolkata

El paseo está lleno de puestos de té, de snacks como bhel puri o muri (imaginemos una especie de palomitas, frutos secos y cereales con un toque picante), pero no hay demasiada gente. Viene gente de todas las edades, así que es muy variado, y según en que parte del río estemos, hay más o menos turistas. Al otro lado del río tenemos Haora, la ciudad melliza de Kolkata.

Entre otras cosas curiosas de este río es que tanto en las orillas como en pleno centro del río, hay un montón de barcos abandonados que están anclados allí, que ahora algunas personas sin techo utilizan como hogar. Vamos, que no se desperdicia nada..

Podeís ver uno de los barcos abandonaros a la izquierda de la foto.

Estos barcos son en realidad, casas.

Y para terminar os dejo con una foto del atardecer sobre el río y los barqueros que cruzan de Kolkata a Haora.

viernes, diciembre 02, 2011

Recordando a Machado

Porque últimamente me siento así:

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas! ...
¿Adònde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero...
—La tarde cayendo está—.
«En el corazòn tenía
la espina de una pasiòn;
logré arrancármela un día,
ya no siento el corazòn.»

Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.

La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea
se enturbia y desaparece.

Mi cantar vuelve a plañir:
«Aguda espina dorada,
quién te pudiera sentir
en el corazòn clavada.»

lunes, noviembre 28, 2011

El lugar en el que vivo

El lugar en el que vivo, de momento, es la residencia de huéspedes de la Universidad. Un lugar tranquilo, con unos alrededores muy bonitos, con lago incluido. El edificio tienen varias habitaciones, una cocina común y un par de balconcitos.





Por fuera está mejor que por dentro, la verdad.

Al principio compartía habitación con la profe francesa, pero no teníamos suficiente para todo, sobre cuando a partir del momento en que recibí los libros de la anterior lectora.  (Añadir una foto)


Ahora ya con habitación propia, es otra cosa, ¡pero aún así se hace difícil encontrar sitio para todo lo que le hace falta a una!

Y por último, la cocina, donde suelo quejarme de la suciedad y de que nunca hay sitio para todos. Al menos ya nos han puesto dos fuegos, que antes solo había uno, pero no puedes regular la fuerza del fuego ni nada, y eso hace bastante difícil cocinar....Aquí os dejo una foto de mis mañanas haciendo el desayuno.

Lo mejor de la residencia son los conserjes, que apenas hablan inglés y a base de hablar con ellos en una mezcla de bengali e hindi, estamos aprendiendo un montón. De hecho, yo creo que no nos hablan en inglés porque no quiere, porque entender entienden, más o menos, pero de todos modos les agradezco el esfuerzo de hacer usar bengali todo el rato!


martes, noviembre 15, 2011

Off Topic 3: Abar, Carne Cruda

Siguiendo la línea de mis post sobre Carne Cruda, este genial programa de radio, titulo a mi post con la señal de que no trata de India, sino de alguna otra cosa (el Off-Topic). Eso sí, como ya empiezo a aprender bengali, qué menos que usar "abar", en lugar de repetir "again" o de usar el español, esto es un blog de miras internacionales...

El caso es que esta vez, Carne Cruda se ha lucido en el análisis social con una herramienta moderna y casi ubicua: Google, o más bien, la opción de autocompletar de Google. Una auténtica ventana al pensamiento de la gente, que desde el anonimato de su casa es libre de teclear lo que le da la real gana y lo que realmente piensa sin necesidad de ser políticamente correctos. Buscando en las estadísiticas de Google, que son la fuente de la función de autocompletar a  través de las búsquedas más comunes, nos damos de narices con la realidad; o como se titula la entrada del blog de Carne Cruda a la que hago referencia, "rajoy payaso, rubalcaba mentiroso".

Pero aparte de obviedades, lo que me ha llamado en realidad la atención del blog de Carne Cruda, ha sido un vídeo que han colgado con parte de la intervención de un político del PP, nada más y nada menos que el president en las Islas Baleares, en el que aclara con pelos y señales el plan del PP para su gobierno. ¿Queréis descubrir el secreto mejor guardado de España? Pues no os podéis perder a este político y su maestría en el uso de las oraciones subordinadas. Creo que lo usaré para clase de español. Si mis alumnos pudiera hacer lo que hace este señor con la conjunción "que" y los referentes, tendrían un 10 directamente (10 sobre 10).


Si, realmente, un plan con un contenido interesante....

(Ahora en serio, esto puede ser criticado porque falta contexto o lo que sea, pero realmente, escuchemos a este hombre. ¿Cómo puede un político que es nada más y nada menos que presidente de una comunidad autónoma, decir semejantes salvajadas, y que la gente le aplauda? ¿Cómo puede ir ahí, soltar eso, y quedarse tan tranquilo, sin que se le caiga la cara de vergüenza ante semejante mentira? Porque esconder la información es otra manera de mentir. Vamos, no hay nada de "decir la verdad" en callarse. A todo esto, un día mis alumnos de nivel intermedio, sorprendidos por la existencia del verbo "mentir", aunque en inglés también existe, me preguntaron: ¿y cómo es el verbo de decir la verdad? Pues no hay, les dije yo. ¿Y por qué no?, me preguntaron. Pues...eh...mmmmmmmmmmmm..., profe sin palabras. Como dijo Gandhi un día (sobre la civilización occidental, pero me vale) "sería una buena idea".)

viernes, noviembre 11, 2011

Compartir

Vamos a escribir hoy una entrada un poco distinta. Nada de fotos, anécdotas, etc. Voy a permitirme reflexionar un poco sobre algo en lo que llevo pensando unos días: los efectos de la experiencia de vivir en el extranjero.

Como sabéis, tengo una compañera de residencia y de trabajo francesa que ha vivido en otros países europeos y que ya había estado trabajando en India anteriormente. Compartimos muchas cosas, además de intereses lingüísticos y culturales, profesión y esas cosas, compartirmos algo que es muy valioso, la experiencia de vivir en otros países. Y esto nos une más de lo que nos une cualquiera de las otras cosas.

Cuando llegas a una ciudad nueva, sobre todo cuando es extranjera (porque, si bien dentro de un mismo país las ciudades también pueden ser distintas, en otro país se notan mucho más las diferencias), uno no entiende nada. No entiende la ciudad. ¿Qué pueden ser esos edificios altos? ¿Y esas tiendas? Especialmente cuando no entendemos la lengua o el alfabeto en el que están escritos los carteles de las tiendas y los nombres de las calles o de los edificios. Eso parece un centro comercial, pero a lo mejor es un edificio de oficinas, o un museo moderno, o simplemente un edificio lleno de apartamentos. Todavía no entendemos el diseño de la ciudad. Nos parece fría y vacía de significado, más allá de no entender el idioma del país, lo que no entendemos es el idioma en el que está escrita la ciudad. Los conceptos que se esconden detrás de la planificación de calles y construcciones. 

Poco a poco, a medida que empezamos a vivir en la ciudad, aprendemos su lengua, desciframos la ciudad. Entendemos porqué esto es así o asá, o a lo mejor no lo entendemos de verdad pero empezamos a aceptar la posibilidad de que la ciudad puede ser de otra manera. En la magnífica obra de Italo Calvino a la que ya me he referido más veces, Las Ciudades Invisibles, hay un capítulo en el que habla de una ciudad en la que el viajero, cuando llega, ve los edificios y las calles y cree que esto es una iglesia, aquello una casa, lo de más allá un edificio gubernamental, el otro un establo de animales; pero cuando el viajero entra en la ciudad para comprobarlo, descubre que nada es como creía y que lo que pensaba que era una iglesia en realidad es un establo, y así sucesivamente, sus concepciones acerca de la ciudad resultan ser equivocadas. Es un poco lo que pasa en una ciudad extranjera, al principio.

Luego, cuando por fin entendemos el lenguaje de la ciudad, además empezamos a experimentarla. A vivir la ciudad (cuidado que he quitado la preposición, no digo vivir en la ciudad, sino vivir la ciudad). Ahora, aquello que sabemos que es una tienda es además nuestra tienda del pan, o del café, o del periódico o lo que sea y el otro edificio que sabemos que es un restaurante es nuestro restaurante de los viernes, lo que sabemos que es un parque es el parque donde paseamos por las mañanas o donde quedamos con Fulanito o Menganita. Le damos significado a las partes de la ciudad. Estamos escribiendo nuestro diccionario de la lengua de la ciudad.

Nos acostumbramos a ella. A veces, tanto, que cuando volvemos a la que pensábamos que era nuestra ciudad, ya no la sentimos así. Nos hemos olvidado de su lengua, no podemos leerla porque ahora hablamos otro idioma, el de la ciudad extranjera. Hasta que nos readaptamos, en un ejercicio de memoria.

Sin embargo, ya no es lo mismo. No puede serlo. Ahora sabemos más, entendemos otra manera de vivir la ciudad, y por una temporada al menos, echaremos de menos a muerte la ciudad extranjera a la que nos acostumbramos, a las historias que dejamos en sus calles. Nos gustaría fusionarlas y hacer una ciudad nueva, pero seguramente, esa ciudad nueva resultaría en el fondo diferente de las dos anteriores y tendríamos que reaprender todo, de nuevo.

Cuanto más tiempo pasemos en una ciudad, más nos cuesta cambiar. Lo peor es que nadie que no haya pasado por esto puede entenderlo. Volvemos a casa con la gente que dejamos allí y no podemos explicar qué ha pasado. Te dicen: Cuéntanos qué tal allá, cómo es, qué has hecho. ¿Cómo explicar qué tal, cómo es, sino podemos hacer entender el lugar, la ciudad? Es como intentar explicar, digamos, chino, a alguien que no sabe nada de lenguas. Puedes decir cuatro cosas, cuatro simplicidades que no significan nada realmente y que al final se quedan en los estereotipos. Además, cuanto más tiempo pasas en un lugar, más difícil de explicar es. Sabemos demasiadas cosas como para contentarnos con simplificar. Alguien, creo que fue Simone de Beauvoir, pero la verdad es que no estoy segura, dijo algo así como: "Si uno está en una ciudad unos días, puede escribir un libro; si se queda un año entero, nunca escribirá nada."

Solo puedes compartir tu experiencia con otras personas que hayan vivido en otras ciudades por una larga temporada, que hayan experimentado la sorpresa inicial, la angustia de no entender nada, y la felicidad de hacer la ciudad tuya, y la tristeza y la nostalgia de dejarla, de saber que seguramente no vas a volver a vivir en ella como lo hiciste, que si vuelves será de paso unos días, y para entonces el significado de las cosas se habrá desgastado. Uno casi teme volver, por miedo a descubrir que esos lugares que eran tan tuyos han cambiado o peor, han desaparecido. Porque si ya no están, y si nadie de los que los conocían contigo están allí ya, y como no has podido explicárselo a nadie, parece que nunca hubieran existido. Podría ser todo producto de tu imaginación, nadie se daría cuenta de la diferencia. Ni la ciudad ni tú mismo.

Y esta es la razón por la que tengo este blog, y por la que cuando escribía en mi anterior blog escribía todo lo que podía acerca de Japón. Para intentar explicar las ciudades y su vida, para compartirlo, para saber yo que no todo es imaginación mía.

sábado, octubre 29, 2011

Hampi

Como Durga Puja es una festividad tan importante en Kolkata, y también como Diwali es dos semanas después, tanta fiesta junta hace que en octubre la universidad cierre y nos dé vacaciones, al menos a los de lenguas. Así que con todo un mes de vacaciones no podía desaprovechar la oportunidad de viajar un poco. Por eso, decidí irme a un sitio del que he oído hablar desde mi primer día en India: Hampi.

Hampi es un pequeño pueblo al norte de Karnataka que no tiene ni supermercado, ni siquiera un cajero automático. Pero está repleto de hostales y restaurantes, porque vive del turismo. Antes, hace muchos muchos años, era la capital del reino de Vijaynagar, que ocupaba todo el sur de India. Ahora allí quedan muchísimas ruinas de la antigua ciudad, y muchos templos. Además, por en medio del pueblo pasa un río en el que no hay puente (hay que cruzarlo en barca), y el paisaje está dominado porque pequeñas colinas en las que se acumulan enormes pedruscos. Es una cantera natural, un lugar perfecto para construir una ciudad, ya que no faltaba material.


Al fondo podéis apreciar una de esas colinas rocosas de las que hablo
Incluso el río está lleno de rocas

Para ir a Hampi hay dos opciones: un tren nocturno o un bus nocturno. Primero se llega a Hospet, un pueblo no tan pequeñito como Hampi, donde sí hay supermercados y cajeros automáticos, donde hay que coger un bus que te lleve hasta Hampi, a unos 11 kilómetros, por unas 15 rupias. Hay buses cada media hora que hacen este recorrido.

Sabiendo esto, me acerqué en Bangalore a la estación de autobuses al atardecer: había sitio libre en los autobuses. Por suerte, hay varios horarios nocturnos a Hospet, además de compañias privadas, aunque yo fui en la estatal (KSRTC), que es la que recomendaría siempre: o KSRTC o VRL, al menos en lo que concierne a Karnataka. Le dan mil vueltas al resto de compañías privadas. Tras un viajecito de 8 horas, llegué a Hospet a las 6 y pico de la mañana. Ya había amanecido y el puesto de snacks y té estaba abierto, al igual que un pequeño puesto de idlis y arroz para el típico desayuno del sur. Media hora después, me subí a otro autobús con una pareja inglesa de mediana edad, que viajaban de mochileros. 


Llegar a Hampi fue un shock. Nada más ver el autobús, una veintena de chavales se amontonaron el la puerta del bus, gritándonos a los turistas que por favor fuéramos en su rickshaw hasta un hotel que ellos recomendaban, solo 10 rupias. Estaba abrumada. Todos me daban una tarjeta de un hostal distinto e insistían que fuera con ellos. Perdí a los ingleses de vista. Conseguí alejarme un poco y librarme de alguno, que supongo que fueron a por los ingleses, cuando de pronto un de ellos me gritó: "ven conmigo, yo hablo español".

Y así conocí a Juanito, un conductor de autorickshaw de 21 años que a base del contacto con los turistas, no sólo hablaba español sino que también hablaba francés, además de kannada, hindi e inglés. Como no, dejé que él me llevase al centro del pueblo y me mostrase uno de los hostales. Al final vi cinco antes de decidirme por ninguno, aunque creo que no elegí el hostal correcto al final: es verdad que tenía un sofá y que la habitación era más grande, pero la terraza, algo muy importante en Hampi por las vistas y por el calor (estar de noche en la terracita es lo mejor) quizá era la peor del pueblo...

Por suerte cerca había un hostal con restaurante en el tejado, donde desayuné todos los días con unas maravillosas vistas al templo Virupaksha que es el centro de Hampi:



El lugar tenía un menú muy interesante, en el que te podías encontrar un "Spanish Breakfast", Spanish, porque supuestamente venía con una tortilla de patatas (algo que nunca comeríamos en España de desayuno, pero bueno), aunque la tortilla no era exactamente española...

El menú de desayunos, para todos los gustos


¿Desde cuándo la tortilla española es una tortilla francesa de cebolla con patatas fritas?

Quitando el comprensible error en la elaboración de un plato extranjero, hay que decir que les pedí aceite de oliva para las tostadas y me lo dieron sin cobrarme de más. Así pude saborear un desayuno un poco más español.

Cada vez que viajo, una de las cosas que más me interesan de los nuevos sitios es la comida. Y aunque en Hampi no tenían ningún plato que no hubiera encontrado antes en otro sitio o que no esté en algún menú de Kolkata o Bangalore, lo cierto es que la calidad de la cocina que probé allí fue excelente. Sobre todo en un pequeño restaurante en un hotel al otro lado del río: uno de los mejores thalis vegetarianos que he comido. Las especias justas para dar sabor, el arroz bien hecho, calentito y suelto, el dal (lentejas) para chuparse los dedos. Cosa que en India, al comer con la mano, se puede hacer!! (aunque sin pasarse)

Al lado sur del río es donde se concentran la mayoría de las ruinas. La mejor manera de verlas es o bien alquilando una moto o una mopet (con menos potencia y de manejo más sencillo) por unas 150 rupias el día, más gasolina, o contratar un rickshaw por todo el día, también unas 100 o 150 rupias al día. Andando podrías ir dando un larguísimo paseo, pero no es recomendable: en Hampi hace demasiado calor cualquier mes del año.

 Estatua de Ganesha

Vista por dentro de un templo de Krishna
Pero las ruinas más interesantes están al este del río, lo que se llama Vittala Temple. Es un enorme complejo, con varios templos además de ese, y una estructura de piedra que imita a un carro en el que tradicionalmente, se introducen las estatuas de los dioses y se pasean por las ciudades y los pueblos (ahora van en camiones o camionetas). Llegué allí al atardecer, que es la mejor hora para observar como los rayos del sol poniente cambian el color de la piedra. La entrada para los extranjeros es bastante más cara que para los indios (250 / 10 rupias), pero el taquillero estaba dispuesto a negociar para quedarse con mi dinero directamente, y al guardia le daba igual que la gente entrara con o sin ticket. Lo cierto es que llegué justo cuando cerraban la taquilla, a las 5 y media, pero cuando salí del templo, una hora después, los indios seguían llegando y entrando directamente, ni billete ni pagar en negro ni nada.









viernes, octubre 28, 2011

Durga Puja







Durga Puja es el festival más importante de Bengala. Calcuta se viste de fiesta durante 9 días, pero especialmente 5 días son los principales, en los que toda la ciudad sale a la calle día y noche para visitar los diferentes "pandals", estructuras de bambú, cartón piedra, madera y cualquier otro material de construcción ligero, que inundan temporalmente la ciudad, con las estatuas de la diosa Durga y sus hijos dentro. En las cuatro fotos de arriba podéis ver cuatro estatuas de Durga y sus hijos en diferentes estilos, aunque las que más abundan son similares a la primera foto.


Cuando digo que la ciudad se viste de fiesta, no es sólo que los edificios estén decorados con luces de colores y plantas, ni que los pandals, que son muy variados, le den un toque diferente a la ciudad, ni que la música en la calle, tradicional o moderna, anime el ambiente: es que los bengalis también se ponen sus mejores ropas para salir a la calle esos días. De ropa tradicional o de estilo occidental, sea como sea el tipo de vestimenta que elijan, es siempre elegante y se ve que es buena, de mejor calidad que la ropa del día a día. Como si esos cinco días principales fueran siempre domingo. Además también llevan más joyas que de costumbre, y si ya muchas mujeres se maquillan un poco todos los días, en Durga Puja no queda ni una que no lleve pintados hasta los dedos de los pies. Pero sin abusar, quiero decir, que el maquillaje que llevan no es excesivo ni demasiado llamativo: es simplemente, mucho más elegante de lo habitual.

Si en Kolkata ya hay mucha gente todos los días, en estos días está especialmente llena de gente. Tal vez porque como salen todos a la calle, además de que muchos que viven fuera de Kolkata vienen en estas fechas, se ve una inmensidad de personas. Por todas partes. Es emocionante ver cómo todos salen a la calle sin excepción, para divertirse y pasar tiempo con su familia, sus amigos, sus vecinos, para ver la ciudad, mostrar devoción a la diosa, comer snacks y dulces en la calle. Kolkata es una ciudad muy viva, pero es en Durga Puja cuando es más vibrante. Para mí, eso es lo mejor del festival: ver a la gente feliz y disfrutando en todo momento, cantando, bailando, sonriendo. 

Durante tres días yo formé parte de las miles de personas que paseaban de noche y de día por la ciudad, visitando las estatuas y encontrándose con conocidos. Incluso uno de los días, una profesora de la universidad nos invitó a mi compañera francesa y a mí a su casa familiar, donde también tenían una estatua de la diosa a la que presentaban ofrendas y hacían rituales. Era una puja familiar. Nos dieron dulces y comida bengalí que estaba deliciosa. También fuimos a ver los pandals del vecindario, algunos públicos, en la calle, otros privados; pero en Durga Puja incluso algunas casas abren sus puertas a la gente que quiere ver a la diosa. En uno de los pandals de la calle, un grupo de chicos me entregó un montón de dulces bengalís distintos: el chico tenía las manos llenas de dulces cuando me los pasó y se dio cuenta de que yo no podía con tantos en mis manos, y me pasó una bolsa para meterlos todos dentro. Entre algunas de las muchas cosas que ofrecen a Durga, hay comida, dulces, pero también ropa, saris, libretas, cosas de papelería...Luego las personas que le han ofrecido algo a la diosa se llevan dulces a cambio, dulces bendecidos. Pero siempre están dispuestos a compartir, incluso con extranjeras como yo. 

Durga Puja se celebra también en otros sitios de India, pero con otros nombres y no con la misma intensidad con la que se celebra aquí en Bengala. En Gujarat es Navratri, en el sur Dusshera, sea como sea que se llame, es una festividad muy importante, en la que la familia y los amigos se reúnen, además de una festividad religiosa es un acto social. Eso me resulta muy interesante.

El último día de la puja, las mujeres realizan un ritual ante la estatua de la diosa, que normalmente implica darle como de comer arroz, y con una bandeja llena de comida (arroz) y alguna lamparita de aceite o vela, hacerla girar como una noria delante de la diosa, o tocar su frente, su pecho y su vientre con la bandejita, varias veces, y al final acaban con la cara pintada de rojo. Luego, montan las estatuas de la diosa y de sus hijos en camiones o camionetas, en las que se suben también tanta gente como puede y se van, entre gritos y tambores, hacia el río Ganges o un lago, para sumergir las estatuas.






Fijaos en las gaitas...

lunes, octubre 10, 2011

Documentos TV: ¿La Generación Perdida?

Ya era hora de que alguien hablara sobre lo que pasa en España con el desemplo y los jóvenes, y la llamada "generación ni-ni" (ni estudian ni trabajan ni lo intentan) y la realidad de todo esto. Porque ciertos programas de la tele nos han dado a entender que Ni-Ni's somos todos los jóvenes, y no es así. Que Ni-Ni's somos todos los que apoyamos el 15M, porque no tenemos otra cosa que hacer, como si todo fuera un juego de niños. Eso les gustaría a muchos, porque significaría que no vamos en serio y que cuando se nos acabe el fuelle nos buscaremos otro juego y se acabarán sus problemas. Lo que pasa es que no es un juego: ¿cómo podría serlo? Es la realidad social de lo que pasa en España y en otros países, que no somos los únicos que sufrimos altas tasas de desempleo y empleos de mierda, lo que nos empuja a salir a la calle. Las cosas ya estaban mal antes, pero hasta que no se toca fondo, no se puede salir de nuevo a flote.

Pero el momento llegó el pasado 15 de mayo, y la lucha continúa. Y para que entendamos de una vez por todas por qué pasa, tenemos el estupendo reportaje grabado por Documentos TV de TVE que se emitió este pasado fin de semana. Os dejo el link para que no os lo perdáis:

¿La Generación Perdida?

Y adjunto una noticia de Periodismo Humano en la que podéis encontrar información acerca de la movilización mundial planeada para este próximo 15 de Octubre.

Off Topic 2: Carne Cruda Again

Este programa es lo que más echo de menos de España, sinceramente. Escucharlo cada día mientras cocinaba la comida no sólo me hacía pasar un buen rato, sino que me hacía pensar, me hacía reír, y me informaba de cosas en las que jamás habría pensado o sobre música que de otro modo difícilmente descubriría. Pero lo mejor solía ser la introducción al programa, que se puede leer siempre en el blog  del programa de RN3. Y esta entrada, de la semana pasada, a raíz de la muerte de Steve Jobs, no tiene desperdicio. Yo no llegué a ver la noticia en la tele, pero un breve paseo por internet ya me dio la impresión de que la trataban como la muerte de un mesías. Y yo tengo un Ipod, pero ser usuaria de Apple no me ciega. Creo que el Señor Crudo tiene razón. El Ipod es muy útil para ciertas cosas, no es un simple mp3. Pero, ¿ha cambiado el mundo? ¿De qué mundo estamos hablando? No creo que haga falta darse un paseo por las calles de Calcuta para darnos cuenta de qué mundo "ha cambiado" y de lo "importante" que han sido sus inventos. Que no digo que no haya hecho aportaciones valiosas al mundo de la informática y de internet, pero...todo tiene sus límites.

Así que aquí os dejo la estupenda entradilla de Carne Cruda del 7 de Octubre:

Hoy es el día 1 D.S., primer día después de Steve o de la Era Jobs. Ha muerto Steve Dios.
Ayer i-murió el i-creador del i-universo tal como lo i-conocemos. O al menos eso llevan i-repitiendo i-24 horas i-todos los i-medios con una i-nsistencia machacona y una i-nanimidad que i-congoja. A mí por lo menos me acongoja que la prensa venere a un hombre con un furor cercano al fanatismo y le adjudiquen la capacidad divina de haber cambiado el mundo entero. Y aún me acongoja más que todos le recen a una haciendo reverencias e hincando la rodilla como fieles en una misa. A Jobs rogando y con el iphone llamando.
No es el ipad, ni el iphone, ni el ipod, la gran creación de Steve Dios es la I-glesia: una comunidad de creyentes entregados y en muchos casos sumisos que creen que la realidad es lo que se ve a través de un ordenador, que la verdad es lo que te cuentan por teléfono, que un mundo mejor es aquel en el que tienes más de 100 aplicaciones en tu móvil y que la ley divina no está en las tablas de Moisés pero sí en las tabletas de Steve Dios.
Pero lo más preocupante no es que haya millones de fanáticos que le hayan puesto velas virtuales en sus tabletas al creador de Apple o que haya gente llorando porque ha muerto el tipo que inventó su teléfono. Más preocupante aún es que los periodistas seamos los predicadores de la Palabra de Jobs. Y que digamos tan alegremente que este hombre ha “cambiado el mundo”, “ha inventado el futuro” y “ha hecho un mundo mejor”, como he visto escrito y he escuchado en estas últimas horas una y otra vez. Los periodistas no podemos creer ciegamente que el mundo lo ha inventado Jobs. ¿Pero estamos i-lipollas, o qué?
Pues estas últimas horas parece que sí, parece que se nos ha i-do la cabeza con nuestros ipods, ipads, iphones y inews. Y como los creyentes sumisos de la I-glesia de la Manzana Mordida, nos hemos alejado de la calle para verla a través de una pantalla táctil que no toca la realidad ni de lejos. Sin duda el mundo de las comunicaciones y por tanto del periodismo se ha revolucionado gracias a creadores geniales como Steve Jobs, pero los periodistas deberíamos dejar de creer que el mundo es esa realidad de twits, bits, washups, hagstags y demás siglas impronunciables en el que muchos periodistas viven y dejar de creer que todo el mundo es tan moderno y tecnológico como nosotros y tiene un ipad, un ipod, un iphone y un i-suputamadre, con perdón. Desgraciadamente es así y por eso cada día las noticias se parecen más a una película de animación de Pixar y menos a la verdad.
Y por eso se dice con total alegría que Steve Dios ha hecho este mundo mejor sin plantearse que el universo según Jobs también es i-rreal y está lleno de i-lusos y de i-letrados y de i-mbéciles que tiran su i-teléfono nuevo cada vez que Dios le dice que compre uno nuevo y que es el símbolo de la cultura i-mperialista de usar y tirar y que puede que tengamos millones de iphones pero sin embargo cada día estamos más lejos del i-nfinito.
Si eso es un mundo mejor, apaga el teléfono y vámonos.

viernes, octubre 07, 2011

Delhi II

Lee antes mi entrada sobre Delhi I

En Chandni Chowk Market me pasó también una anécdota digna de recordar. Por allí pululaba yo, perdida entre las calles, observando todo a mi alrededor, cuando una familia punjabi (reconocible por la ropa) me paró y me preguntó, en inglés eso sí, dónde había una tienda de dupattas. Esto...no, no me he puesto morena todavía y por mucho que vista salwar kameez, se ve a leguas que no soy india (a no ser que esté oscuro, cuando no se ve el color de piel...aunque mi peinado me delata: aquí nadie lleva flequillo). Tal vez pensaron que debía ser una extranjera que llevaba mucho tiempo en Delhi. El caso es que justo un minuto antes había pasado por una tienda de dupattas y me había parado a mirar...así que tuve la suerte de poder indicarles donde había una. Sí que les debí parecer que llevaba tiempo en Delhi, jeje.

Pero lo malo de Delhi, además de los precios y la agresividad de algunas personas, es el clima. ¡OH, CALOR! Y yo me quejaba de Kolkata...después de las 12 el calor era insoportable y huí hacia el metro y el hotel, de donde no salí hasta las 4: no quería morir achicharrada. Me pegué otra ducha y volví a salir, esta vez hacia Karol Bagh: el mercado para ropa de la clase media. 

En el metro, tras pasar un templo con una estatua de Hanuman (el dios mono) gigantesca, y tras pasar también una Ramakrishna Mission (y yo que pensaba, tonta de mí, que sólo estaban en Kolkata) -nota: no confundir con los Harekrishna, que esos son otros....- llegué a Karol Bagh, donde enseguida se veía que la gente era diferente. En Chandni Chowk había también gente de clase media, pero casi todos iban vestidos con salwar kameez o sari, ropas más tradicionales: en Karol Bagh, la mayor parte de las chicas, especialmente las más jóvenes, iban con vaqueros y camiseta. Además, sobre todo se vendía ropa, telas, bolsos y joyería. Yo iba en busca de uan tienda que tenía anunciado descuentos en internet, pero antes de llegar a ella me encontré en un callejón con una tienda con telas para salwar kameez con un 40% de descuento, y para qué seguir andando....Tras mucho hablar con los dos dependientes, uno de ellos por fin entendió qué estilo de telas me gustan (nada de brillos ni colores llamativos ni piedritas ni estampados florales), y encontró dos conjuntos estupendos. Bueno, en realidad tres conjuntos estupendos: había uno azul oscuro con bordados pequeños en negro, con pantalón negro a juego y un dupatta a dos colores del que me enamoré, pero por desgracia, tenía bastantes defectillos y estaba sucio y como no me lo rebajaba, lo dejé allí. A cambio me llevé un conjunto azul turquesa y rojo con unos pequeños detalles impresos en forma de lágrima, y otro negro, blanco y rojo.


Después de las compras, seguí paseando sin rumbo y me topé con una tienda a rebosar de gente. ¿Qué sería? Pues nada más y nada menos que una tienda de chaats, los deliciosos snacks indios. Chaats y dulces. La tienda se extendía hasta la mitad de la calle, ya que estaban cocinando continuamente de manera que nunca faltaba de nada.

Cualquier cosa con 100% Pure Ghee garantiza un sabor maravilloso, y un montón de deliciosas calorías...

Algunas cosas las reconocía: esto es onion pakora, esto es aloo tikki, esto son simples patatas fritas, esto son puri con channa (garbanzos)...pero había unas extrañas bolitas fritas pero blanditas que un hombre aplastaba de dos en dos para quitarles agua, y las colocaba ordenadamente en una bandeja con yogurt. ¿Qué será?, me preguntaba. Y le pregunté, pero el tío ni casi. Así que me fui a la caja y allí volví a preguntar: eso es dahi vada. 

Los vadas rodeando el borde de la fuente con yogur (dahi)

¿Dahi vada? ¿QUÉEE? Acostumbrada al dahi vada del sur, este no tenía nada que ver. En el sur tiene pinta de donuts de cubierta crujientita, salado, el yogur está diluido y lo sirven con un masala y unas bolitas crujientes (bundi). estas eran unas bolas deformes y blanduchas. Tenía que probarlo. 60 rupias (un poco un robo), por dos bolitas en un platazo lleno de yogur, con masala y una salsa roja dulce, y hasta rodajas de plátano. Las bolitas, echas de harina de arroz, tenían no sólo chili, como el vada al que estoy acostumbrada, sino también guisantes y cebolla. Delicioso. Delicioso y saciante. Me lo zampé enseguida y no dudé en sacarle alguna foto.


Esto fue lo que me llamó la atención, la cocina en la calle pero en el restaurante a la vez

Delhi Dahi Vada

La verdad es que la comida el Delhi está buena.

Después dos de los profes de español me llamaron: estaban en Pahar Ganj, el mercado para turistas y la zona de hoteles para mochileros, pero que también es un lugar estupendo para relajarse, encontrar restaurantes con comida india o internacional a buen precio y como se dice en inglés, to hang out. Mi plan era ir allí al día siguiente, pero no pude resistirme y fui esa misma noche. Nos fuimos a un hostal con restaurante y cafetería en el último piso, una terraza desde la que puedes ver el paisaje nocturno de Delhi. Una maravilla de lugar. Me recordó un poco a Goa, por el ambiente relajado, las mesitas, los turistas y la comida israelí en el menú.

Pero los demás estaban en casa de uno de los profes de Delhi y allá fuimos, en un rickshaw cuyo conductor dijo conocer el camino pero no, que se perdió y dió mil vueltas, enfadado porque estaba perdiendo dinero...Al final dimos con el sitio, en un completo residencial estupendo, muy tranquilo. Dos noches completas hablando español, discutiendo sobre el español en India, las clases, las infraestructuras, los problemas...ha sido estupendo poner en común tantas cosas!

Muerta de sueño, volví al hotel para dormir antes de dejarlo al día siguiente. Al final volví a Pahar Ganj, a desayunar en la misma terracita, porque tenía un desayuno con café y yogur con cereales y fruta que me apetecía un montón. Y era el lugar más tranquilo de Delhi que habái visto hasta entonces. Después de darme una vuelta por el mercadillo, una trampa para turistas (ahora que si supieran los vendedores que en Goa venden las mismas cosas por el triple...no compré nada pero me hacía gracia preguntar por los precios porque estaban tirados y seguramente seguían ganando dinero, cuánto cobrará el que hace esas cosas...), volví a Connaught Place y me dí una última vuelta muerta de calor antes de coger un taxi al aeropuerto.

El aeropuerto de Delhi es también otro mundo. Modernísimo. No sé cuántos años tiene, pero indudablemente, muchos menos que el Calcuta, que casi parece del tiempo del Raj Británico...jajaja. Al aeropuerto de Delhi, al menos a la terminal de vuelos domésticos, sólo le falta una cosa: una tienda en la que vendan postales!! Encontrar postales aquí en India se está convirtiendo en una misión imposible.



Al final llegué al aeropuerto prontísimo: yo pensaba que habría problemas de tráfico y en medio hora ya estaba en la terminal. Tenía 4 horas por delante, en las que me dediqué a dormir, que me hacía falta. En cuanto encontré un asiento libre (deberían poner más asientos, la verdad), me senté y me dormí con los pies apoyados en la mochila. Desperté a tiempo para facturarla y pasar seguridad, tomarme un heladito, encontrarme de pura casualidad con otro profe de español volviendo a su ciudad, y subirme al avión. 

Lo peor fue llegar a Calcuta. Estaba cansada, me dolía el estómago y tuve que esperar más de una hora en la cola para contratar un taxi de prepago, porque todos los vuelos llegan de noche. Un horror. Menos mal que los dos indios detrás mía hablaban entre sí en inglés y me entrenía un poco escuchándoles. Después hicimos los tres conversación con otro indio que resultó ser músico y haber estado en Barcelona...Es sorprendente la cantidad de indios que han estado en Madrid o Barcelona en algún momento.

Y después de la cola, otra aventura: cruzar Kolkata de noche en Durga Puja, que viene a ser el festival religioso más improtante de la región. son 9 noches de fiesta, con estatuas de la diosa Durga y sus hijos en grande por toda la ciudad (como si de belenes navideños gigantes se tratara), que la gente visita a pie, uno tras otro, mientras suena la música, se quema incienso, se come por la calle, se habla y se disfruta del ambiente de una ciudad totalmente iluminada por millones de bombillas de colores. Es una pasada de la que hablaré en una próxima entrada.

Las luces de la ciudad desde el taxi

El caso es que el taxista era un listillo, no hablaba inglés pero entre hindi y bengali conseguimos entendernos un poco. Tenía mucha labia y quería conversación, que llegó al punto surrealista de preguntarme si estaba casada, que él estaba soltero...yo le dije que estaba prometida para zanjar el asunto, pero entonces empezó a preguntarme cómo era el novio, al final acabé contándole que tenía un novio bengalí que trabajaba en un call center y que me casaría el año que viene...Al menos practiqué bengali. Me dejó en la puerta del campus sin problema, pero una hora después (a esto que ya era la 1.30 de la madrugada) y eso sí, pidiéndome más dinero por Durga Puja, a lo que yo le di 30 rupias y el tipo que me pedía cien. Yo le dije que no tenía pasta que era estudiante, y entonces rebajó a 50, pero nada, se quedó con las 30 y punto. 

En cuanto llegué me pegué otra ducha y me tiré en la cama para quedarme profundamente dormida, y descansar por fin, hasta el mediodía del día siguiente, ¡¡lista para disfrutar de Durga Puja!!

Delhi I

Llevo tiempo en India, pero todavía no había visitado la capital, Nueva Delhi. Sin embargo, una llamada de la embajada respecto a la programación cultural ha hecho que por fin la visite. Allá fui el primer fin de semana de octubre. Para prepararme para el viaje, me leí de cabo a rabo lo que mi guía Lonely Planet dice de Delhi, además de otras webs como Wikitravel o Minube o blogs...Para acabar, al final, muerta de miedo pensando que Delhi es la ciudad más peligrosa de la tierra. 

Con unas expectativas malas embarqué en el avión, intentando practicar algo de hindi con tal mala suerte que ya sólo me sale bengali...es lo que tiene vivir en Kolkata. Al llegar, recibí una llamada del hotel que había reservado justo esa misma mañana: desde que estoy en India me estoy volviendo un poco indolente, qué se le va a hacer, algo siempre se pega....menos mal que esto es India y aquí siempre hay algún sitio donde dormir. El caso es que los del hotel me llamaron, muy amablemente, para confirmar que iba y la hora de llegada. Después contraté un taxi de prepago, para no llevarme sustos, aunque con el taxi empezaron los sustos.

Avisada por los blogs y las guías, me fui corriendo al mostrador de los taxis de prepago de la policía de Delhi (que son los baratos), y con mi recibo agarrado con fuerza, me fui en busca del taxi. Me esperaba tener que aguantar a numerosos conductores gritándome que ellos me llevarían, pero no fue así. También, siguiendo las recomendaciones que había leído hasta el momento, apunté el número de teléfono de la policía y el número de matrícula de mi taxi. Allá me subí al mío, aparcado en el número 35: un hombrecillo mayor, oscuro y consumido me pidió el recibo nada más entrar. Pero el recibo no se puede dar, en principio, hasta que se termine el trayecto, porque sino se dan por cobrados (ellos necesitan el recibo para cobrar el viaje) y pueden hacer contigo lo que quieran...me refiero a llevarte a otro sitio (normalmente se supone que insisten en eso, con o sin recibo) o recoger a más pasajeros, cosas así. Si les amenazas con no darles el recibo, pues tienes algo de poder. Pero la verdad, yo recomendaría no amenazar a los taxistas....Sobre todo si son como era el mío. 

Total, que con el recibo pa aquí y p'allá empezamos mal, discutiendo. Al final me arrancó el recibo de las manos, lo miró, y me lo devolvió. Las cosas que pasan por no saber hablar el mismo idioma. A la salida del aeropuerto hay una garita de policía donde un poli te apunta en un registro, después de mirar el recibo. El taxista sólo quería dárselo, pero al final se lo di yo de tanto negarme a pasarle el dichoso recibo. Nada más terminar el trámite y pasar la garita, el tipo aceleró con mala leche y empezó una carrera hacia la ciudad en la que yo me estaba muriendo de miedo: estoy con un conductor enfadado y amante de la velocidad en una carretera india! papeletas para un accidente, todas, pensaba.

Pero al final la congestión del tráfico le impidió coger velocidad. Menos mal. O no. Porque lo siguiente que intentó fue imitar a los rickshaw y serpentear por todo hueco visible para adelantar en la carretera. Con tan mala suerte que le dió a una moto. El motorista y su acompañante, dos jóvenes regordetes, pararon y se bajaron enseguida a gritarle al conductor, a mi pobre taxista viejecillo y flaco. Empezaron a discutir de mala manera: los motoristas empujaban el coche e intentaban pegar al taxista a través de la ventana, y golpeaban las ventanas con los cascos. Yo empecé a gritar en español también a ver si por verme se controlaban un poco, pero nada. Lo  que funcionó fue que el tráfico empezó a fluir otra vez y mi taxista salió corriendo, dejando atrás a los enfadados motoristas.

Entonces decidí que tal vez había sido demasiado dura con el pobre taxista, que se veía que tenía una vida díficil, con clientes antipáticos como yo y motoristas enfadados, así que empecé a sonreírle un poco, pero el tío nada, seguía de mala leche. Está claro que sobrevivir en Delhi no debe ser fácil, pensé.

Me llevó directamente al hotel, sin decirme que estaba completo ni que conocía un hotel mejor ni nada. El tráfico era muy malo y se pasaban ya de las 7, que fue la hora que les dije a los del hotel que llegaría, aproximadamente. Entonces me llamaron para ver si iba todo bien - qué majos -, si mi taxista me estaba llevando a donde yo decía, y cuándo llegaría. Como yo no sabía donde estaba, el taxista, que se debía imaginar de qué iba la conversación, o que entendía inglés pero no sabía hablarlo (porque a mí no me dijo nada en inglés), gritó algún nombre y los del hotel lo oyeron. Estábamos cerca. A los cinco minutos llegamos a Connaught Circus, y allí en la calle había dos hombres trajeados que eran del hotel, para indicarle al taxista dónde parar. Muy amables y correctos en todo momento. El taxista se largó en cuando le di el recibo, sin responder a mi sonrisa.

Los encargados del hotel fueron muy majos pero me dieron una habitación bastante mala, que daba a la calle, por lo que era muy ruidosa. Pero estaba demasiado cansada para pedir otra habitación, que seguramente me la habrían dado, pero para dos noches, qué más daba, pensé yo. Como fuera ya era de noche y había leído muchas cosas sobre Delhi y lo que había visto de la gente hasta ahora es que era muy agresiva, decidí no salir y me puse a ver telenovelas y concursos en la tele: como no tengo, cuando pillo una tele me quedo pegada a ella!

Al día siguiente tuvimos la reunión en la embajada, hablando de las actividades culturales que se pueden hacer en India, hablando de los DELE, de los problemas e idiosincrasias de cada región en la que estamos...vamos, que nos podrían haber enviado un email, la verdad. Al final no hubo tiempor para discutir apenas nada: teníamos programada una comida con el embajador y no podíamos llegar tarde. Sí chicos, una comida con el embajador, vamos, que ni en sueños había pensado yo que fuera a ver a uno, y no sólo vi uno ese día, sino que más tarde en el Insituto Cervantes me presentaron al embajador de Uruguay en el ascensor y luego vi al de Colombia, aunque con él no llegué a cruzar palabra.

¿Qué puedo decir de la casa del embajador y de la comida? Bueno, pues que algunas cosas son tales y como te las imaginas, y otras, pues no...

Como comentaba, después nos fuimos al Insituto Cervantes en Delhi. UAU. Ojalá mi universidad tuviera esas instalaciones. Qué digo, ojalá la facultad de filología de la USAL tuviera esas instalaciones....que ni en España, vamos. Está situado no en una calle principal, pero muy cerca (casi mejor, por el ruido), y es un edificio impresionante. Varios pisos, incluso subterráneos, sala de exposiciones, clases, sala de proyecciones, ordenadores con pantalla plana y conexión a internet, biblioteca, varias salas de conferencias, clases pequeñas pero con pupitres y pizarras blancas, algunas con pizarras electrónicas...no le falta de nada. Yo que tengo una pizarra de las viejas, verdes, con tiza, y unos bancos incómodos y rígidos, sin ordenadores ni proyectores ni nada, sin aire acondicionado, con unas ventanas que dan a un patio triste y por las que ya me han entrado varios pájaros y hasta murciélagos en clase, por no decir perros o gatos que asustan a las alumnas... Ni siquiera la Alianza Francesa (bueno, no he visto la de Delhi, que habría que verlo) tiene las instalaciones que tiene el IC. Aunque la de aquí tiene dos edificios coloniales superbonitos y pizarras electrónicas (un poco lentas, según mi compañera francesa, pero bien útiles, con conexión a internet). Claro que la Alianza Francesa tiene centros en casi todas las ciudades grandes de India. Los que no he visto por dentro aún son los Max Mueller de alemán, que también están por todas partes, la verdad.

Después del IC, por la tarde-noche ya, todos los españoles que nos encontramos allí nos fuimos a tomarnos unas cañitas y a cenar algo, siguiendo nuestra tradición española. Fue muy interesante porque todos tenemos cosas en común, sobre todo los estudios, pero además el haber vivido anteriormente en el extranjero, aunque solo fuera de erasmus. Pero en realidad la mayor parte de nostros había estado ya en lugares tan variopintos como Jordania, Siria, Europa del Este, Singapur,...

Volvimos a casa a medianoche. No tuvimos problemas para encontrar rickshaw, aunque hubo que regatear bastante: aquí son caros y como seas extranjero, no se cortan en pedirte más del doble de lo que vale el viaje. Vale la pena mucho más viajar en metro.

De hecho, eso fue lo que hice al día siguiente, viajar en metro y patearme la ciudad. Una pena que no se puedan sacar fotos del metro porque es una pasada, vamos, que si lo ves vacío te crees que estás en Japón, pero cuando ves a la muchedumbre vestida con saris, kurtas y mochilas de los trabajadores de las companías de informática, o a los militares con sus kalasnikov paseándose por el metro, y a los sikhs con sus turbantes (que Delhi está lleno), ya te das cuenta de que en Japón no estás. Cuando entré en el metro no me podía creer que eso fuera India, empezando por los precios. Vale más barato ir en rickshaw en Kolkata que ir en metro en Delhi.... Es que si lo comparas con el metro en Kolkata, que es muy funcional y barato y conveniente...y viejo..., son dos mundos diferentes. 

Otra cosa que tienen en común el metro de Tokyo y el de Delhi es el vagón sólo para mujeres, señalado con rosa, ¡cómo no!

Total, que tomé el metro y me fui al sitio que no puede faltar en una visita a Delhi. ¿El Fuerte Rojo (Red Fort)? ¿Jamia Masjid? Nooooo.....¡Chandni Chowk Market!


Observad la cantidad de cables que se acumulan a la derecha de la foto.

 En la calle que vende cosas para rituales religiosos

Callejuela de Chandni Chowk

Una de las cosas que me apasionan de India son los bazares. Chandni Chowk Market en Delhi es uno de los sitios que no te puedes perder. Pero además, me hacía gracia ir, porque también hay un Chandni Chowk en Kolkata...aunque son muy diferentes. En Kolkata, Chandni Chowk es el mercado de electrónica, ordenadores, luces, electrodomésticos, cosas de casa y limpieza, y herramientas. En Delhi, es el mercado de TODO: desde ropa hasta neveras pasando por una calle solo para saris, o joyerías, o cosas para rituales religiosos (puyas), o tarjetas de felicitación de papel hechas a mano (aunque me parece que esto está en realidad en Chowri Bazar, lo que pasa es que anduve tanto que me perdí y acabé allí). Por supuesto no faltan las callejeuelas y los tenderos gritándote que te pares un momento en su tienda y les compres algo. Hay personas vendiendo frutas y verduras por la calle, pequeños templos en los que la gente presenta sus respetos al dios entre compra y compra, coches, motos, rickshaws (sobre todo los que son llevados por personas a pie o en bici), vendedores de pani puri, o de bhel puri, o cualquier otro chaat (snack) indio. Y en una calle, restaurantes especializados en parathas (un pan indio frito en aceite en una sartén grande) rellenas de cosas al gusto.

Lo que me costó encontrar en Delhi fueron puestos de té. No sé porqué los chaiwallas parece que tienen problemas para tener permiso y poner su puesto en la calle. En Chandni Chowk apenas vi uno o dos, y no dudé en pedir un té a uno de ellos. Y quizá por que son escasos, se lo curran más, o quizá solo fuera ese vendedor de té en particular, pero fue el mejor té que he probado hasta ahora en India. Sólo había que verlo para saber que el té iba a estar bueno: al lado del té tenía jengibre fresco y cardamomo verde en un frasquito. Aquí en Kolkata he visto algunso chaiwallas con el jengibre al lado, y es señal de que sin duda el té va a tener un sabor especial, pero no he visto aún a ninguno con el cardamomo....Veía al hombre esmagar el jengibre con una barrita de madera, y luego el cardamomo, y echarlo en el té, con despreocupación, sin medir cantidades ni nada, prácticamente sin mirar, mientras hablaba con otro cliente, sin saber qué ese sencillo gesto que para él era algo que estaba aburrido de hacer, para mí era una maravilla, y eso me maravillaba aún más. El té estaba fantástico, por supuesto. Ahora si, me costó 8 rupias, y no es que me queje, que en España un café vale 80 rupias más o menos, pero es que en Kolkata el té me vale 3, y claro, estoy mal acostumbrada....

Thinglink Plugin