domingo, mayo 19, 2013

Cine bengalí más allá de Satyajit Ray: Ritwick Ghotok

En los últimos días, dentro y fuera del blog, he recibido peticiones de información sobre el cine bengalí que existe más allá de Satyajit Ray, en su época, y en la actualidad. La figura de Satyajit Ray eclipsa casi a todos los demás directores, especialmente para los observadores extranjeros, que sin duda se ven más atraídos por el estilo más occidentalizado de Ray, que se educó en el cine viendo, principalmente, películas de la época clásica americano y europeo. Entre sus influencias, Ray cita en su libro "Our Films, Their Films" (una colección de ensayos que escribió tratando las películas indias - our films - y las películas no indias - their films-) a Renoir, Vittorio de Sica, Chaplin, Hitchcock, Kurosawa... Quizá por eso nos resulta sencillo entender las convenciones del cine de Ray, y no las Bollywood.

(Una pequeña anécdota hablando de las convenciones de Bollywood. Un día, mi compañera francesa Charline, un amigo indio y yo estábamos viendo una película en la televisión, con Aamir Khan de protagonista. La historia era una cosa así como que Aamir Khan trabaja en la industria del cine, pero es pobre. Se enamora y se casa de una chica que es más rica que él, que quizá tiene la esperanza de que él tenga éxito - en India el éxito significa sólo una cosa: dinero -, pero como no lo consigue, la chica se divorcia y pide la custodia de la niña que tienen en común. Aamir Khan no quiere divorciarse, pero lo que no puede soportar es la idea de perder a la niña, y toda la película va sobre su lucha dentro y fuera de los tribunales para obtener la custodia. En un momento de la película, hay una canción: Aamir canta y se ven imágenes de él con su ex mujer y con la niña. Y Charline pregunta: "pero, ¿qué ha pasado? ¿Ya se han reconciliado y están juntos? ¿Para qué tanto lío hasta ahora entonces?". Mi amigo y yo nos miramos y nos reímos: "¡Es un sueño! ¡Aamir Khan está soñando con cómo le gustaría que fueran las cosas!". Esto era algo que Charline no podía comprender fácilmente, que en las canciones lo que se muestra no es sólo una condensación temporal o un acto de seducción (como es muchas veces), sino que también los sueños de los protagonistas se expresan simplemente, con una canción, sin transiciones ni cambios en el estilo de la imagen, y no con confusas distorsiones de imágenes que nos indican que entramos en el mundo del sueño, como en el cine occidental. ¿Cómo se aprenden estas cosas?  Viendo muchas películas de Bollywood. Pero al principio cuesta, claro, porque no entendemos por qué tanta cancioncilla. La primera película de Bollywood que vi me dio vergüenza ajena, de tanto baile absurdo. Absurdo me parecía a mí entonces, claro. Hoy en día, esa peli es una de mis favoritas de Bollywood, aunque no sea más que porque la he visto demasiadas veces.)

Pero más allá de Bollywood, y más allá de Satyajit Ray, tenemos un cine bengalí con sus peculiaridades. No soy ninguna experta, hay muchísimas películas que todavía no he visto, pero no puedo evitar sacar algunas conclusiones de las películas que he visto. Y me parece que el cine bengalí - exceptuando el cine comercial y alimenticio, que es un copy paste de Bollywood pero en bangla en vez de hindi - tiende a contar historias de corte realista. Es decir, que la inspiración para los creadores de películas aquí no es tanto la fantasía y el sueño de "cómo les gustaría que fueran las cosas", que es Bollywood, sino la vida diaria de la gente, ya sea en el pueblo o en la ciudad. Con lo que salen a veces historias muy duras, pero claro, también depende de quién y cómo las cuenten.

Más allá de Ray, aunque contemporáneos suyos, me gustan muchísimo Mrinal Sen y Ritwick Ghotok. Empezaré por este último, aunque sólo sea porque tiene menos películas de las que hablar, y va a llevarme menos tiempo. 

Ghotok (1925-1976), nació en lo que hoy es Bangladesh, pero fue afortunado, ya que su padre decidió trasladar a toda la familia justo antes de la partición del estado en dos, evitando la oleada de refugiados, el pillaje salvaje y el genocidio. Ghotok se dedicó al teatro, escribiendo obras, además de al cine, aunque creo que es más conocido por sus películas (porque nunca nadie me ha hablado de la obras de teatro de Ritwick Ghotok, lo he encontrado yo por internet). Sin embargo, sólo tiene ocho películas en su hacer, pero también fue actor, hizo algunos cortos y documentales, escribió guiones además del teatro que ya he mencionado, y se dejó cosas sin terminar al morir. Vivió y murió mal: estaba continuamente arruinado y se gastaba todo el dinero en sus proyectos artísticos y en alcohol. Su adicción al acohol derivó en diversos problemas de salud que le llevaron al hospital, incluso a un hospital mental una vez, y finalmente, a la muerte.

De sus películas, he visto dos, Ajantrik y Meghe Dhaka Tara, y puedo decir que son dos de esas películas que hay que ver antes de morir. Ajantrik es quizá una de las primeras películas indias de "ciencia ficción", en la que el protagonista es un viejo coche, propiedad de un taxista, que se desvive por él. Muchos años antes de ese clásico del cine de terror, Christine, basado en una novela de Stephen King, Ghotok ya había tratado el tema de un coche con personalidad propia. La película no es una película en sí, más bien parece un ensemble de cuatro cortometrajes con los mismos personajes principales. A pesar de esta forma tan rara, en el que el único punto de conexión es la relación entre el coche y su taxista, y la dureza del campo rural en el que sobreviven trasladando a otros personajes de un lado a otro, esclavos del trabajo y del dinero, en el que el taxista intenta establecer una relación humana en un mundo tan inhumano que lo más humano a su alrededor es su taxi.

Meghe Dhaka Tara es otro tipo de película. Es una película con una línea argumental y una historia clara, que sigue un orden cronológico, no un puzzle como la anterior. En esta película, una familia que ha huido de Bengala Oriental tras la partición, vive en la miseria de un campo de refugiados (lo que ahora son los suburbios de Calcuta). Antes eran ricos y son educados (el padre es profesor, el primogénito sabe música y la hija mayor ha ido a la universidad), pero al huir de la violencia de la guerra han perdido todas sus posesiones y su dinero. Sobreviven gracias a las clases particulares que dan el padre y la hija mayor, Nita. El primogénito, que, según la tradición, debería ser quien acarrease la responsabilidad de traer el pan a la familia ahora que su padre es muy mayor, sólo ansía ser músico y no está dispuesto a sacrificar su sueño por la familia: antes, sacrifica a su propia hermana, quien, cuando el padre sufre un accidente que le impide caminar e ir a las casas a dar sus clases, se convierte en la única proveedora de la familia. La madre, una típica ama de casa autoritaria y tradicional, que sólo quiere ver a su hijo en una oficina y a sus hijas casadas ya, es un demonio de mujer, que esclaviza a Nita y recoge todo el dinero que ella trae a casa, aunque andan a deber en todas las tiendas del barrio. La hermana pequeña es una niña mimada, egoísta y cruel, a la que no le importan en absoluto los sentimientos de nadie. 

Nita tiene un novio, un joven soñador y poeta, que quiere casarse con ella. Pero Nita, consciente de su responsabilidad en la familia (si ella se va a la familia de él, como es la tradición después de casarse, ¿cómo va a comer su propia familia, cuando ella es la única que trabaja?), le pide que espere a que su hermano, que ha huido con el poco dinero que Nita guardaba, vuelva convertido en un famoso músico que pueda ganar lo suficiente para que sus padres y su hermana pequeña no pasen hambre. Nita incluso empieza a trabajar en una oficina en el centro de Calcuta, un trabajo aburrido y repetitivo, pero que le da más dinero que las clases particulares. Sin embargo, Nita no ha contado con que su hermana se ha encaprichado con su novio, y éste, incapaz de esperar a Nita, es fácilmente seducido. En realidad, no es ni seducido, porque no le cuesta nada cambiar a una hermana por la otra. El encanto físico de la hermana pequeña, a la que le gusta usar joyas y maquillaje, cosa que Nita no usa, es suficiente para él, a pesar de que no pueda mantener una conversación con ella, como sí hacía con Nita.  Esto destroza a Nita, pero lo peor para el espectador, es saber de la complicidad de la madre en todo el asunto, aunque ella sabe muy bien que el chico y Nita tienen una relación. Pero, asustada ante la posibilidad de perder a la única persona que trae dinero a casa, confabula y prepara todo el matrimonio de su hija pequeña sin pararse a pensar en los sentimientos de su hija mayor.

El egoísmo, la crueldad de los personajes y del entorno de Nita, es desgarrador. No es una película feliz. Y el final, no cómo termina la historia de Nita, sino que me refiero a las últimas imágenes, que nos  dejan adivinar que esta historia no es única ni excepcional, es impactante.

Que hay que verlas, por si no os había quedado claro ya.

viernes, mayo 17, 2013

Galicia en Calcuta

No, no ha aparecido de milagro Galicia en Calcuta, ni hay ninguna exposición, ni han proyectado ninguna película con Galicia de fondo: pero Galicia ha salido en el periódico en inglés de mayor tirada en Calcuta, The Telegraph.

Un alumno me trajo la hoja de periódico a clase :) Pero hay una versión online, disponible para todos. Aunque en inglés, claro.

No falta la mención a las ostras ni a los pimientos de padrón, enxebre enxebre.

http://www.telegraphindia.com/1130517/jsp/t2/story_16908051.jsp#.UZZjKfHzu8w

martes, mayo 14, 2013

Caza de brujas en India

Navegando por la red he encontrado esta página de reportajes en video sobre Oriente, en la página de Al Jazeera. La verdad es que los reportajes de esta cadena me parecen fantásticos: son serios, informativos, y explican con detalle. Quizá abusan un poquitín de más de la música con efectos emocionales, pero hasta realizan representaciones con actores si cuentan cosas históricas, y entrevistan a un montón de gente.

Uno de los videos más interesantes (que he encontrado muchos, recomiendo la serie de reportajes dedicada a China, que se llama "China Rising") es este documental sobre la burjería en India, y sus efectos en la población, y cómo algunas personas intentan erradicar estas supersticiones de las aldeas y regiones más rurales, donde se toman esto muy en serio y donde no sólo la persona, sino hasta la familia de una persona acusada de brujería, puede recibir las consecuencias e incluso ser asesinada.


Traduzco el artículo que va con el video:

En partes remotas de India, enfermedades, malas cosechas o simplemente mala suerte son a veces consideradas como una única cosa: el resultado de una maldición.

Los aldeanos suelen consultar a un ohja, un brujo, que creen capaz de deshacer hechizos malignos e identificar a los culpables de echar el mal de ojo. 

Hace dieciséis años, Chhutney Mohato fue desnundada, golpeada y casi asesinada en su pueblo al oeste del estado de Jharkand, por una acusación de brujería. La obligaron a abandonar su casa y todas sus posesiones.

Hoy en día, Mohato dirige una pequeña organización lejos de su pueblo natal que ayuda a mujeres que han tenido la suerte de sobrevivir, como ella sobrevivió, a las acusaciones de brujería. Sin embargo, la mayoría de los acusados no son tan afortunados: normalmente la masa de gente los mata. 

Disputas por la tierra y abusos de poder suelen estar debajo de este tipo de acusaciones - las mujeres y sus familias caen presas de acusaciones falsas, para obligarlos a marcharse y abandonar sus tierras.

En este video, encontramos a mujeres que describen como sus vidas cambiaron totalmente después de ser acusadas de brujería, y también encontramos a algunos de los vecinos acusadores. 

Mientras India se está modernizando y los roles de género van cambiando, algunas de las mujeres perseguidas se rebelan y luchan. Pero, ¿podrán ellas cambiar las creencias tradicionales o sucumbirán a la ignorancia y al abuso de poder?

Soma Chaudhuri, profesor asitente del Departamento de Sociologia y de la Escuela Criminal de Justicia de la Universidad de Michigan, Estados Unidos, es una experta en este tema y explica: "Una muerte o una serie de eventos desafortunados pueden ser las causas de las acusaciones, pero también se han visto casos en los que el interés personal es el motivo detrás de la acusación."

"Estas comunidades, estas zonas, son muy pobres y hay mucha presión por sobrevivir. Y no lleva mucho tiempo a una comunidad empezar a cotillear y rumorear y formar un grupo en contra de la "bruja". En cierto modo, la caza de brujas se convierte en una manera de liberar el estrés. Vas, erradicas a la mujer culpable o la golpeas, y ya no hay tanto estrés." 

En el video, la profesora Chaudhuri explica algunas de las causas de la caza de brujas así como la escasa actuación del gobierno indio al respecto. 

En India, las acusaciones de brujería son comunes entre los adivasi (los pueblos tribales), aunque también hay denuncias esporádicas entre otras comunidades. Pero mientras las historias en los periódicos sobre cazas de brujas entre adivasis son comunes, rara vez leemos noticias sobre la condena de los acusadores. Esta neligencia refleja al actitud desdeñosa del gobierno indio hacia los problemas de los adivasis, cuyas raíces pueden encontrarse en el pasado y en la antigua estratificación de la sociedad en tribus y castas, cuando los adivasis estaban considerados como más "salvajes" que cualquier otra comunidad. 

Cuando India consiguió la independencia en 1947, los gobernadores británicos fueron reemplazados por una república democrátiva, y las castas más altas empezaron a representar  la capa más "civilizada" de la sociedad, la "clase general" , mientras que los adivasis fueron declarados "Tribus Minoritarias" en la quota de reservas y beneficios de la nueva constitución.

En el papel, ese estatus especial les garantiza ciertos privilegios en cuanto a la educación, el salario, y los servicios sociales, pero en la realidad, los adivasis todavía son tratados por las instituciones gubernamentales como salvajes, incivilizados e incontrolables. Por eso, como se trata de un problema de los "salvajes" e "incorregibles", las cazas de brujería no se ven como una aberración. 

La resultante falta de actuación por parte del gobierno tiene como consecuencia la total ausencia de leyes contra las cazas de brujas. Hasta la fecha, sólo tres estados indios han aprobado leyes que penalizan las cazas: Bihar en el 1999, Jharkand en el 2001 y Chhattisgarh en el 2005. 

Pero, ¿qué se esconde detrás de estas cazas de  brujas?

Algunas de las explicaciones comunes son las disputas sobre la propiedad de la tierra, la política local y epidemias de enfermedades que explotan en conflictos de género contras las mujeres adivasis. Por ejemplo, en Malda, Bengala Occidental, las viudas adivasis son perseguidas como "daini" (brujas) por la familia de sus maridos (nota de Leyre: esto pasaba también entre los no-adivasis, vamos a decir, los indios, antes: se culpaba a la viuda de la muerte de su marido. Por eso, ellas casi preferían seguir la tradición de sati, de quemarse vivas junto a sus maridos, que sufrir el maltrato de su familia política, o ser enviadas a una ashram donde vivirían el resto de sus vidas de formal monacal y repetitiva, marginadas de la sociedad. Hoy en día, esto pasa cada vez menos...pero pasa, y no sólo entre adivasis. Aunque nunca he estuchado la palabra "daini" (bruja) dirigida a una viuda hindu todavía). Las mujeres acusadas normalmente son viudas sin hijos que pueden heredar la tierra de su marido (según las leyes Adivasis), mientras que si ellas mueren la tierra pasaría al familiar masculino más cercano vivo. Al acusarlas de brujería, estos parientes pueden heredar la tierra inmediatamente sin esperar a su muerte. 

De la misma manera, entre los adivasis de Jharkand, la tierra se hereda de padres a hijos, mientras que las mujeres tienen unos derechos limitados a la propiedad de la tierra. Estos derechos limitados son cruciales en las cazas de brujas ya que la tierra que posee una mujer puede pasar a manos de la familia de su marido si son capaces de desacreditarla. 

Y como la importancia de las tierras que tradicionalmente son hogar de los adivasis ha aumentado mucho en los últimos años, debido a que se han encontrado minerales y los bosques podrían aliviar la demanda de madera, hay una mala paxis por parte de las compañias y de los gobiernos locales, que arrebatan a los adivasis los derechos de sus tierras: por esto, la escasez de tierras se ha convertido en un grave problema entre las comunidades adivasis. 

Pero las disputas por la tierra no son la causa de todas las acusaciones. 

Las zonas adivasi de India tiene algunas de las peores infraestructuras sanitarias del país, las peores escuelas: hay una alta tasa de analfabetismo, están marginados de la sociedad general, y la corrupción del gobierno en cuanto al dinero que debería mejorar las infraestructuras médicas, hace que la mayoría de los adivasis confíen en los ojha cuando enferman. Los ojha sirven como mediadores entre los problemas de la gente, doctores de aldea y adivinos. Además, se les ve como líderes religiosos, cercanos a dios, con habilidades especiales y conocimiento único que les permite tener un papel importante en la vida de sus comunidades. 

Estas importantes figuras religiosas, políticas y sociales legitimizan las cazas de brujas, al confirmar a la gente que la brujería es la culpable de la mala suerte. Además, las rencillas dentro de las comunidades facilitan que los aldeanos apoyen las cazas de brujas. 

No sólo las mujeres son el objetivo de las acusaciones, aunque sean la mayoría: cualquier persona, hombre o mujer, vieja o joven, casada o viuda, puede verse un día acusada de brujería. Por eso es importante intentar entender este problema dentro del contexto actual de la cambiante vida de estas comunidades. 

Por ejemplo, Silvia Federici defiende que para entender las cazas de bruajs de la India actual uno tiene que entender cómo la crisis social derivada del liberalismo económico ha transformado, desarraigado y arruinado algunas comunidades, al obligarles a competir por unos recursos limitados. Así, aunque no debemos subestimar la misoginia que hay en estas acusaciones, tampoco podemos olvidar que las instituciones del gobienro así como las instituciones financieras son igualmente responsables del auge de acusaciones de brujería en la India de hoy en día. 

Las cazas de brujas se han convertido en parte de la luca social, en la que las cazas se convierten en una manera en la que los adivasis se enfrentan a la desintegración de sus vida sociales, políticas y económicas. Podemos ver esto entre los trabajadores adivasis de las plantaciones de té en Jaipaiguri, Bengala Occidental, donde existe una constante lucha de clases entre los trabajadores y los propietarios. Para esta gente, cuyas vidas han estado atadas por generaciones y generaciones a la esclavizadora estructura de las plantaciones, las protestas contra la dirección de las empresas puede acabar en la pérdida de su trabajo y en su única fuente de ingresos. Y sin embargo, es más sencillo culpar de sus infortunios a una bruja que al sistema explotador de trabajo.

Y, al no considerar estas acusaciones de brujería como un problema grave de la India moderna, el gobierno del país está permitiendo que se responsabilize a supuestas "brujas" en lugar de buscar a los verdaderos responsables del problema. 

jueves, mayo 09, 2013

¿Río o mar?

Ayer miércoles, después de todo el ajetreo en la universidad, quedé con un amigo que vive cerca de allí un rato, y se nos ocurrió la idea de ir hasta Haorah, al otro lado del Ganges, en ferry. Para variar un poco. Con el calor, la idea de acercarse al agua, sonaba maravillosa, aunque aquí no hay playa y si la hubiera, tampoco me bañaría. Ya hay ghats (las gradas que bajan hasta la orilla) y gente que se baña, lo que no me explico es cómo no acaban directamente en el hospital después. O como no salen de color verde fosforito.

Después de un té con galletas (de las indias, que son medio saladas medio picantes, y combinan maravillosamente con la dulzura del té), nos subimos a un autobús entre la multitud, hasta el norte, Bagbazar en Shyambazar, y caminamos cruzando una callejuela llena de templos incrustados en los bajos de los edificios, las vías del tren, y llegamos hasta el muelle de los ferrys.

Hacía un viento maravilloso, y como ya estaba oscuro, podía imaginar que estaba en el mar, en la ría de Vigo, y que lo que veía al otro lado no era Haorah, sino Cangas. Sólo se podían apreciar las luces de la ciudad vecina, que eran pocas. Estábamos lejos de la estación de tren, más al norte, tras una curva en el cauce del río.  Había una brisa a la que sólo se faltaba el olor a sal, y como había marea alta, había olas que mecían levemente la plataforma donde esperábamos al ferry.

Al cabo de un rato vino el barco, subimos, y nos colocamos en la proa, de frente, donde todo el viento nos daba en la cara. Era maravilloso escuchar el ferry cortando las olas, la espuma saltando, y el viento silbando en nuestros oídos. Al doblar el meandro, apareció el puente de Haorah vestido de luces amarillas y violetas, como si fuera Navidad o Durga Puja.


La idea del nuevo gobierno de pintar todo Calcuta de blanco y azul no me gusta, pero sí me gustan las luces que están poniendo.

Cruzamos bajo el puente y por fin atracamos. Apenas unos 15 minutos de viaje, pero fue fantástico. Para volver, decidimos hacerlo andando por el puente. Pero no contábamos que a esa hora el flujo de gente que va hacia la estación de tren fuera tan intenso: era otro río, pero de personas. No os podéis imaginar la riada de gente. ¿Cuántos millones (porque no son miles, son millones) de personas vienen hasta Calcuta cada día para trabajar o estudiar? ¿Cuántos commuters recorren este puente cada día, a pie o en autobús? Es tan imposible de contar como contar cuántas gotas de agua tiene el Ganges.

Esperamos una media hora en medio del puente, observando las dos ciudades, disfrutando de la brisa fluvial. A medida que nos acercábamos a lo que durante el día es el mercado de las flores, olía a flores húmedas. Mi amigo, Aritra, me contó que una vez, cuando él era uno de los miles de trabajadores que vienen y van a Calcuta diariamente, volviendo a la estación, se encontró con que había un incendio en el mercado de flores, y todo olía a flor quemada. No sabía decirme si era un buen olor o un mal olor: la impresión del incendio no le había permitido pensar en esos términos. Intenté imaginarme cómo sería, pero no llegué a ninguna conclusión tampoco. Siempre que yo voy cerca del mercado de las flores, me pasa lo contrario: que llueve, o ha llovido, y huele a humedad y podredumbre.

Perdimos de pura mala suerte el último tranvía a Central, así que nos volvimos a subir en un autobús, el primer autobús que veo donde todo un lateral está reservado para las mujeres, cuando normalmente sólo hay unos cuatro asientos para ellas. Aquí, los hombres son caballerosos para algunas cosas, pero ninguno se levanta para prestarle su asiento a una mujer mayor, embarazada, discapacitada, etc. En el metro, en cambio, este martes cuando iba a clase, debía tener una cara de enferma tal, después de la intoxicación con phuchka, que una chica se levantó para dejarme sentarme, ¡y ella se pasó tres paradas de pie!

La excursión en barco por el riomar fue estupenda: cuando no tenga nada que hacer por la tarde, me parece que ya sé lo que voy a hacer... 



Vengo de un prado vacío 
un país con el nombre de un río 
un edén olvidado 
un campo al costado del mar lo 
Pocos caminos abiertos 
todos los ojos en el aeropuerto 
Unos años dorados 
Un pueblo habituado a añorar 
Como me cuesta quererte 
Me cuesta perderte 
Me cuesta olvidar 
El olor de la tierra mojada 
La brisa del mar, 
brisa del mar, llévame hasta mi casa 
Un sueño y un pasaporte 
como las aves buscamos el norte 
cuando el invierno se acerca y el frío comienza a apretar 
Y este es un invierno largo 
van varios lustros de tragos amargos 
y nos hicimos mayores esperando las flores 
del Jacaranda. 
Como me cuesta marcharme 
Me cuesta quedarme 
Me cuesta olvidar 
El olor de la tierra mojada 
La brisa del mar 
brisa del mar, llévame hasta mi casa 
Brisa del mar

La canción podría haber tratado sobre India, y no habría cambiado nada

miércoles, mayo 08, 2013

Vaya semanita

Hacía tiempo que no escribía sobre India, y ya tenía ganas. No paro de decir que estoy muy ocupada, y de poner mil excusas para justificar la falta de actualizaciones, lo sé, en realidad algún tiempecillo podría sacarle al día para escribir, pero con el calor que hace ahora, esos momentos los uso para "re-ducharme". He vuelto al ritmo de las 3 duchas al día. De los 30 grados no bajamos ni por la noche. Entre eso y la de mil cosas que están pasando últimamente, el blog lo tengo un poco de lado.

Pero dejémonos de excusas, y vayamos grano.

Desde que empezó abril el calor no ha hecho más que aumentar, y con eso, el malestar, la falta de energía, y los desarreglos de sueño. He llegado a tener que mover el colchón al suelo para ponerme directamente debajo del ventilador. No puedo dormir con el aire acondicionado puesto, porque hace un ruido de mil demonios y no hay quien pegue ojo si está encendido (ni quien hable por teléfono, ni quien escuche música, sólo se puede escuchar un runrun que no te deja ni pensar). Menos mal que por las noches refresca, y llueve un poco; y menos mal que he descubierto un nuevo restaurante bengalí cerquita de mi casa, que sirve un resfresco casero (aam pora shorbot) hecho a base de un mango verde pequeñito y asado, con agua, masala, sal negra, azúcar y agua, que está de muerte: ideal para refrescarse después de un día agotador.

Sin embargo, no todo puede ser maravilloso: últimamente, tenía muchísimas ganas de comer phuchka (la versión bengalí del pani-puri), y aunque es un pelín peligroso porque nunca sabes si vas a salir sana y salva, o si vas a pasarte el día siguiente encerrada en el baño, después de retrasarlo dos semanas, no podía aguantar más. Salí con un amigo y nos zampamos dos tandas de phuchka, en dos lugares diferentes de la ciudad (las primeras fueron tan tan sosas, que repetimos para quitarnos el mal sabor de boca, nunca mejor dicho).


Vendedor de phuchka en una calle cualquiera de Kolkata (foto no mía, sino de aquí)


Y un primer plano de esta delicia entre salada, ácida y picante, que en Kolkata, puede ser hasta mishti (dulce), si uno se lo pide al phuchkawallah :)



Al principio, no me sentí mal.

Dos días después, el pasado lunes, me desperté en medio de la noche para ir corriendo al baño. A las 5 de la mañana. Y me pasé de la cama al baño, del baño a la cama, hasta las 8, que dije basta, y no me volví a acostar. Por fin a eso de las nueve, podía atreverme a salir a la calle: compré unos huevos y zanahorias, para hacerme una tortilla francesa para desayunar, con un té (el café empeoraría las cosas), y conseguí estar en la cocina todo seguido sin salir corriendo al baño. Fatal. No me había cogido una diarrea tan mala desde la de Bangalore...y como recordaba la de Bangalore, recordaba que tenía guardada la receta de la doctora, con todas las instrucciones necesarias para sobrevivir. El problema era salir a la calle. Entre el calor, el dolor, y el descontrol, no podía aventurarme sola. Menos mal que a eso de las seis de la tarde ya no hacía tanto calor, me encontraba mejor después de una larga siesta, y vino un amigo a ayudarme a ir a la farmacia, porque no estaba segura de poder caminar toda la distancia yo sola (unos 5 minutos). Las piernas me temblaban al caminar, y debía parecer un fantasma andante.

Menos mal que los genéricos indios son fantásticos y baratísimos, y al día siguiente ya estaba mucho mejor. El problema es que había perdido todo el lunes, cuando debería haber ido a hablar con el Rector de la universidad, para recibir la appointment letter, una carta que certifica mi contrato anual, indispensable para la renovación de mi visado. Porque sí, chicos y chicas, parece que fue ayer cuando contaba mi folletín sobre la aventura de extender un visado en India, y de nuevo estoy con el tema. La secuela...a ver cómo va este año. 

Pero con todo ese retraso, que ayer al final no tenía energía todavía (estaba recuperándome en casa, aunque sí que fui a clase), pues hasta hoy miércoles, no fui. Y menos mal que me llevé un libro conmigo, previsora, sabiendo que todo iba a ser más largo de lo que debería. Ya estoy aprendiendo: me llevé el último libro de Steven Pinker, the Stuff of Thought, un libro sobre lingüística muy interesante y divertido. Resulta que estaban entrevistando al Rector, de no sé qué medio de comunicación (fuera había gente sacando videos de los edificios). Además, en la sala de juntas, había una reunión de, supongo, profesores o así, dedicada a Rabindranath Tagore, ya que mañana jueves es el aniversario de su cumpleaños, y además, este año parece que es el 100 aniversario de su Premio Nobel. Y mientras, también, justo en la puerta del edificio administrativo donde está el despacho del rector, un sindicato de alumnos estaba agitando banderas y gritando consignas en bengalí, reclamando algo que no conseguí entender. Mientras todo esto pasaba a la vez, un hombre bengalí se sentó a mi lado y empezó a charlar conmigo en bengalí. Contento de que yo pudiera entenderle y decir unas palabras, en cuanto se enteró de que era española, empezó a hablar de fútbol. Más que hablar de fútbol, me recitó la alineación del Barcelona, lo maravilloso que eran Iniesta y Villa, lo mucho que había admirado a Raúl en el Real Madrid, y que si él tuviera dinero, enviaría a su hijo a Barcelona para que se convirtiera en un gran futbolista (típico padre que tiene hijos para realizar los sueños que él no pudo conseguir, sin preocuparle de si a su hijo le gusta el fútbol o no...). La verdad es que el tema de conversación no me daba para mucho, porque soy una ignorante en fútbol, y el tipo era un fan: me contó que había visto Barcelona desde el satélite de Google Maps, y que le habían impresionado las infraestructuras para el deporte y el tamaño del estadio de fútbol. Claro que no sé si vió lo de Montjuic o el estadio del Barça...

El fan de Iniesta se marchó y me dejó con el libro, una hora que estuve leyendo, esperando. Me cansé y salí a tomar un té con mi amigo Kashinath, en un descanso de sus clases, y justo cuando volví al edificio, la entrevista había terminado: por fin el Rector estaba libre. Enseguida me reconoció y me preguntó si llevaba mucho tiempo esperando, que le perdonara, que hoy había sido un día muy ocupado (no hay tantos extranjeros en la universidad, no somos difíciles de reconocer. Ahora que Charline se ha marchado, creo que somos dos, y yo, la única profesora...). Si bien algunos administrativos son vagos, de esos de "vuelva usted mañana, o pasado mañana", lo cierto es que en los puestos de responsabilidad, hay gente de lo más eficaz y diligente. Tanto el Rector (Vice-Chancellor, o para abreviar, VC) como el Registrar, (un cargo que no sé cómo podría traducir) son atentos, rápidos, y entienden todo a la primera. En menos de dos minutos, ya había obtenido una respuesta positiva, las instrucciones escritas en la carta que llevaba conmigo, y lo que debía hacer claro en la cabeza (aunque quizá fue todo muy rápido y no me dió tiempo a hablar como me habría gustado, pero es que había cola, con el asunto de la entrevista... otro día será). Después del VC, de nuevo el Registrar, que es siempre sonrisas, hablo con su secretaria, ella me explica todo, y sí, tengo que volver el viernes porque el día del cumpleaños de Tagore es festivo y porque el Assitant Secretary, con el que también tengo que hablar, hoy estaba en una reunión y no podría atenderme. Pero todo está claro: a las doce recojo la carta, la llevo al secretario, y la carta que reciba la llevo al Registrar y a la General Section para que me renueven la habitación en la Guest House. Llevará al menos una semana más, pero lo que me preocupa más no es tanto la Guest House (no me van a dejar en la calle, seguro), sino la Appointment Letter para el visado, que sin ella nanai. Ni sin ella, ni sin el Form-16, que los lectores habituales recordaréis de la mencionada serie de entradas sobre la "aventura" de renovar el visado en India. Menos mal que esta vez ya sé lo que es el Form-16, ya tengo PAN card, ya sé cómo funciona lo del Income Tax.

Espero que todo sea un poquito más sencillo que la última vez.

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